Tengo que decir que la anterior entrada se publico de forma automática, hay que investigar con que reloj está controlando la programación.
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Aquí me encuentro en el aeropuerto de París, terminal 2G, de donde salen los vuelos con destino a Bilbao, escribiendo estas líneas tranquilamente después de haber dado buena cuenta de un par de sandwichs y un botellín de agua.
Hoy hacemos dieta, lo cual no está nada mal, me parece que he engordado, eso o habrán sido las cervezas, después de los atracones que me he pegado en Hungria, estos magyares de tontos no tienen un pelo, menudos platos de comida ponen, no hace falta pedir segundo plato, a no ser que seas camionero y además con una muy buena presentación, vamos de foto, en esto no engaño porque una italiana en el restaurante donde estuve comiendo ayer, cerca del parque de los Héroes, el saco una foto a los platos cuando les sirvieron la comida, eso sí, en los restaurantes no saben lo que es comer con pan.
A un pintor de brocha gorda en un aeropuerto lo que más le alegría le debe hacer es que le manden coger el bote de pintura de color amarillo, no predomina más que este color, uno mira a una pista de despegue o de aterrizaje o a las pistas auxiliares y lo que prima es el amarillo, líneas continuas, discontinuas, rectas, curvas, paralelas o diagonales.
Cada elemento que
Todo un completo código de circulación que se puede hacer extensivo al resto del funcionamiento dentro de un aeropuerto. Son capaces de pedirte la tarjeta de embarque dos veces en 10 metros, todos los operativos son manuales, con el correspondiente riesgo de equivoco, normal que en muchas ocasiones las maletas acaben en otro aeropuerto, un laberinto de señales en las terminales: máxima atención para no perderte o equivocarte, distancias considerables, el diseño de las terminales lleva a ello, son longitudinales, donde todo está comprimido al máximo, cada milímetro debe de ser bastante caro.
Pero todo ello para recorrer enormes distancias en un tiempo corto, aunque si a eso le sumamos el tiempo con el que hay que estar con antelación para hacer el check-in y el tiempo que hay que esperar para recoger la maleta, el tiempo ya se eleva bastante.
Con tres horas de antelación a la salida de mi vuelo, a eso de las 10 de la mañana, me han llevado camino del aeropuerto de Budapest, para realizar un viaje neto de 2h, a eso hay que añadir el paseo que se ha dado el avión al aterrizar para llegar a la puerta de des-embarque, más el tiempo que tardas en salir del avión (la gente como equipaje de mano entiende cualquier cosa y se sube hasta las maletas), el que empleas en ir al baño, en buscar donde está la salida, en conseguir la tarjeta de embarque para el siguiente vuelo, en llegar a la terminal correspondiente en el bus destinado a tal efecto, en pasar el control de seguridad, en comerte cualquier cosa para engañar al estomago, en sentarte para escribir estas líneas, en esperar a que te llamen para embarcar haciendo unos sudokus, en volar al destino final: 1.5 h, en llevarte en bus hasta la terminal, en esperar a que salgan las maletas, en dar un abrazo al que venga a buscarte ( si vienen con retraso otra espera más), en recorrer el viaje de retorno a casa, en abrir la puerta de casa y dejar caer las maletas al suelo: hora estimada del aterrizaje en casa las 9 de la noche.
Haciendo números, para volar 3.5 h. hemos destinado 11h, es decir por cada hora de vuelo tenemos que emplear 3h y 8 m. en total. No se yo pero no parece muy rentable, aunque lo dicho inicialmente, nos hemos desplazado la friolera de varios miles de kilómetros de distancia y desde ese punto de vista si se puede considerar rentabilizado el viaje.
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