jueves, 26 de agosto de 2010

TRADICION



Es curioso como aunque pase el tiempo se van cumpliendo casi siempre los mismos ciclos, como una rueda cuando da vueltas, gira y gira y siempre vuelve de nuevo al mismo punto.

Una vez más y ya van dos se ha cumplido con la TRADICION de subir en verano a ver a San Bartolome o lo que es lo mismo, la subida al Bartolo, justo encima de Benicasim, junto a Castellón.

Como en verano el calor aprieta, toca madrugar para desplazarse hasta la susodicha localidad desde el lugar de veraneo, después de una hora de carretera, llegamos al camping de Benicasim donde no tarda en aparecer la mitad de la expedición, esta vez pocos elementos, cuatro en total.

Después de atravesar todo el centro de Benicasim y dirigirnos hacia la salida que nos conduce hacia el Desierto de Las Palmas, tranquilos que no hemos volado ni tampoco nos hemos tele-transportado hasta las Islas Afortunadas, pasamos sobre la autopista para adentrarnos en dicho paraje natural.

Uno se preguntaría, cual es la forma de llegar hasta el punto más alto que se ve al fondo y donde se encuentran todas las antenas de comunicaciones que dan cobertura a esta provincia, pues muy fácil, para arriba como las cabras, pero no hace falta ser tan bruto porque los senderos son claros y diáfanos y es bastante difícil equivocarse, aunque todo es posible.

Repetimos el mismo camino de subida que la anterior vez que lo subí e incluso la misma posición en el pelotón, el último lugar para el esforzado, un sendero amplio nos lleva hasta unas ruinas en donde hacemos una parada para sacar unas fotografías para inmortalizar dicho momento, continuamos por el desvío que desemboca en algo parecido a un deposito, donde se vislumbra un caminito que tira para arriba, este nos va a llevar a la carretera, un poco más arriba a mano derecha se dirige la carretera serpenteante cuyo punto final es el alto del monte Bartolo.

Como seguro que con estas explicaciones es muy difícil llegar, os animo a que os calcéis unas buenas zapatillas y os atreváis a subir. No eramos los únicos que nos encontrábamos en aquel paraje, otra gente andando o en bici ya se nos había adelantado o incluso subía más tarde que nosotros.

Después de un merecido descanso, viendo al fondo el mar Mediterraneo, la ciudad de Castellón ( que por algo la llaman de la Plana, ya que no tiene ni una sola arruga) y el municipio de Benicasim y de darle un merecido bocado a las viandas que llevábamos, fuimos monte abajo; entre naranjos por un camino que no conocía.

Una vez en el camping de Benicasim, unas jarras de cerveza con limón y unas patatitas fritas para recuperar fuerzas, una merecida ducha y vuelta a casa y hasta el año que viene, si Dios quiere.

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